sábado, 8 de noviembre de 2014

Escocia (Isla de Barra)

Tras toda una mañana cruzando en diversos microbuses los pintorescos paisajes desde Berneray desde donde salí esa mañana, hasta llegar a la isla de Eriskay donde cogí el ferry, en un trayecto el cual pasamos pos siete islas conectadas por puente entre sí. Nos acercamos a la Isla de Barra, desde el barco se ve muy bien el aeropuerto en plena playa de arena clara, todo un espectáculo, una lástima no haber visto aterrizar un aeroplano en ese momento, pero os dejo una foto de Internet para que os lo creais.


Ya en tierra, tras esperar el bus que lleva desde la terminal de ferry hasta la capital de la isla, Castlebay, lo cogemos y lo primero que podemos ver en plena montaña es un cartel de Yes, haciendo apología a la Independencia que al final no llegó por el momento. Tras veinte minutos por una carretera estrecha, en la que a la izquierda podemos observar el mar de las Hébridas y a la derecha montañas sin apenas vegetación, muy agrestre, llegamos al pueblo más grande, el cual no creo que sobrepase los quinientos habitantes, probablemente ni se acerque.

Una vez encontrado el albergue y dejado las mochilas en mi cama, tengo una curiosa charla con la reencarnación de John Lennon, de haberme sacado una guitarra me hubiera preocupado. El sujeto en sí estaba ahí probando suerte para encontrar trabajo como pescador, y esa tarde lo habían llamado para faenar, incluso me invitó a mi a ir a trabajar ese día, pero yo soy de secano, bastantes barcos había cogido esos días, tras agradecerle la invitación e incluso ser ofrecido por su parte unos macarrones que le habían sobrado, decido irme a investigar el nucleo urbano, ya que para recorrerme la isla en unas horas, o tengo coche, o muy buenas piernas y bicicleta. 

Lo que más destaca sin duda alguna, es el castillo situado en un islote frente al pueblo, es curioso la facilidad para edificar castillos que tenían, aunque imaginaros como lo harían siglos atrás sin las técnicas de hoy en día. El castillo hasta hace unos años era de propiedad particular hasta que el jefe del clan MacNeil lo cedió a la sociedad del patrimonio escocés por mil años a cambio de una libra y una botelle de Whisky Talisker, la verdad que mal gusto no tiene.



Paseando por la localidad, la gente aunque te vea pintas extrañas, no duda en saludarte, e incluso hablarte del tiempo, típico en estas tierras.


En lo alto, destaca la iglesia, la cual parece proteger el pueblo junto el castillo, el estilo es el de las iglesias típicas de la zona, no hay ninguna igual, pero son todas muy parecidas, toda una alegría a la vista tras tanto cansancio.


Había que reponer fuerzas, y cómo no, había que conocer a los parroquianos del lugar tomándome una pinta con ellos. Así que entré al pub, tras subir por lo menos setenta escaleras, o más. Tras pedir el elixir del lugar, ya un matrimonio de al lado se percata de que no soy de la zona, no sé por qué, dudo que fuera por mi acento... Tras observar a la gente tan peculiar, como en todos los pueblos de por aquí, algunos a las cinco de la tarde iban ya como dulzainas, y otra se me acercó para venderme boletos para la porra del equipo de la localidad, cuatrocientas libras de premio, me imagine teniendo suerte por una vez y ganando, por lo cual tendría que volver a la isla unos días después, y a saber que habría sido de mí. Finalmente conseguí zajarme tras diez minutos escuchando el peor escocés que se pueda escuchar. La verdad que fué curioso.

Ya terminando el día, tocaba cenar y hablar con los que en el albergue se hallaban, concretamente con dos aventureros que iban en bicicleta por todas Escocia, y tuve que incluso darles consejos sobre sitios, ya que llevábamos la ruta inversa. Vaya gusto dar hablar tan agradablemente con gente que cinco minutos antes ni conocías. Pero tocaba ir a descansar, a las cinco de la madrugada debería de levantarme para tomar otro barco...

Dónde dormir: Dunard Hostel,  17,90 L